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Recientemente me han preguntado por las redes qué significa esta expresión con la que me gusta definir mi estilo. En esta entrada voy a intentar explicarlo.

En primer lugar, mi trayectoria como arqueóloga ha influido mucho en mi forma de ver la cerámica y en mi forma de hacerla. He tenido la suerte de trabajar en excavaciones de diferentes yacimientos prehistóricos y de familiarizarme con sus producciones cerámicas. He de decir que siempre me fascinó esta época, pues en los orígenes de una tecnología que aún hoy practicamos se encuentran muchas de las claves del conocimiento del material.

Cuando se habla de prehistoria se está hablando de un periodo muy amplio en la historia de la humanidad. La cerámica aparece en el Neolítico y de eso, según la zona, hace ya en torno a 7.000 años. Las cerámicas de estos momentos iniciales a mí me encantan. Son principalmente cuencos, botellas y ollas realizados a mano y decorados con diferentes acabados como el cordón en relieve, incisiones, excisiones, pintura de almagra, ocre, negro, impresiones, esgrafiados, bruñidos, alisados.

En el Calcolítico (Edad del Cobre) y posteriormente en el Hierro y el Bronce, la cerámica va cambiando y aparecen nuevos tipos como las copas o los platos de borde almendrado, los vasos campaniformes y demás vasos carenados. Estas formas me inspiran y me gusta la capacidad de crear belleza con tan pocos recursos.

En la prehistoria se trabajaba con productos naturales recolectados en un entorno cercano, se aprovechaban los recursos locales. A mí me gusta preparar mis pastas con materias primas naturales o alterando las pastas industriales con inclusiones diversas. También prefiero fabricar mis propios colores con óxidos metálicos.

De la prehistoria me quedo, además de los materiales naturales y las formas sencillas, con la idea de que los objetos tienen alma si se la das, que son parte de la vida de las personas y te acompañan hasta tu tumba. No existía la producción en masa ni el usar y tirar, las vasijas se reparaban cuando se rompían, y se seguían usando. La idea de piezas para durar es importante para mí.

¿Y dónde está lo contemporáneo? Pues obviamente en los tiempos que me ha tocado vivir. En mi obra están los temas que me preocupan como artista del siglo XXI: el medio ambiente, la soledad, el olvido…Del mismo modo está la estética, el uso del horno eléctrico, los esmaltes y la inclusión de elementos reciclados, principalmente vidrios y metales.

Por último, lo contemporáneo supone la posibilidad de crear a partir de mucho conocimiento acumulado tras generaciones y generaciones de ceramistas. En la prehistoria lo tuvieron que inventar todo de cero. Nosotros recogemos miles de pruebas, de ensayos y de aprendizaje ajeno para contribuir con nuestro trabajo en este mundo inmenso de la cerámica.

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