Aprender y experimentar
La primera vez que hacemos algo siempre es emocionante. Hay pocas sensaciones tan ricas como las que experimentamos cuando es nuestra primera vez. Normalmente sentimos nervios, un poquito de miedo, impaciencia, alegría, cierto orgullo de habernos atrevido, satisfacción de alcanzar un objetivo…y muchas más. En este post te voy a contar mi primera vez con el barro y algunas reflexiones sobre la rutina.
Soy una persona curiosa y siempre estoy en búsqueda. Me gusta aprender y me gusta también recrearme en ese momento único de la primera vez. Si pienso en la cantidad de cosas que he aprendido a lo largo de estos casi cuarenta años que tengo, me parece mentira, pero no puedo evitar sentir también todo lo que se me escapa. Una inmensidad se me escapa en contraposición con la insignificancia de lo aprendido…
Cada día está lleno de oportunidades
Y puedes encontrar la primera vez
Ese pensamiento me sirve de consuelo, ya que desde que sale el sol hasta que se pone pueden darse muchas situaciones y algunas de ellas, sorteando la repetición de la rutina, son primeras veces.
La rutina es algo que no llevo bien, de hecho, en estos momentos de mi vida me encuentro intentando no pelearme con ella, y quizá no me agrada porque representa para mí un modo repetitivo y pasivo. Me explico mejor, cuando hacemos las mismas cosas durante mucho tiempo entramos en un modo menos consciente, algo así como «piloto automático». Ese modo es genial para el cerebro, que no tiene que mantenerse alerta ni solucionar nuevos retos, por eso creo que es cierto eso que dicen de que el hombre es un animal de costumbres.
Nos acostumbramos a hacer las cosas de una manera porque ya no tenemos que pensarlas, entramos en esos senderos directamente y muchas veces, sin darnos cuenta. Son rutas neuronales profundas y ampliamente transitadas. Esto nos produce, a la larga, una atrofia que podemos empezar a detectar cuando vemos que nos volvemos perezosas.
Una forma de salir de la rutina general es dedicar un tiempo diario al aprendizaje. Hay muchas opciones y en mi caso, incluso dentro de la cerámica, intento aprender cosas nuevas. Enfrentarse a retos y actividades diversas nos activa de un modo positivo para nuestra salud, física y emocional.
Aprender nos permite incorporar nuevos elementos a nuestro conocimiento del mundo, enriqueciendo nuestra perspectiva y nuestra propia experiencia vital. También, a la vez, estamos generando recuerdos. A continuación te voy a contar una de mis primeras veces: cuando me encontré con el barro.
Mi primera vez con el barro
Hoy estoy escribiendo de un modo más personal aún que en anteriores ocasiones, ya que no te cuento ninguna técnica de cerámica, pero creo que de vez en cuando necesito mostrar esa parte más cercana y que conozcas otras cosas de mí.
Hoy te voy a contar mi primera vez con el barro. Fue en Madrid cuando yo tenía 7 años. En el colegio había un horno y en las horas dedicadas a las asignaturas artísticas (no sé si le llamábamos plástica o algo así) una profesora nos ofreció la posibilidad de hacer cosas con barro. Recuerdo que cuando me dieron mi primera bolita de barro me encantó la sensación. Inmediatamente me puse a redondearla.
Ahora lo pienso y fantaseo con la idea de que hacer un cuenco de bola es algo que tenemos grabado en esa parte del cerebro más antiguo, como parte de un conocimiento ancestral heredado de generación en generación. Y es que ha habido más generaciones que han hecho su cerámica a mano que las que han conocido los procesos industriales y eso debe notarse en algún sitio, digo yo.
Como decía, me puse a redondearla, la rodé en la mesa, la acaricié entre las manos. Yo era pequeña y tenía la sensación de poder crear planetas con aquello. Era una sensación poderosa la de sentirse creadora. Luego la realidad fue bien diferente e hice el típico cenicero que nos mandó la profesora. Creo que eso de hacer ceniceros como primeras piezas también se ha quedado en algún lugar del cerebro…Por darle un giro de humor, me imagino a las primeras alfareras haciendo un cuenco pequeñito para lo que sea que fumase el chamán de la comunidad…
En fin, bromas aparte, esa primera vez que jugué con la arcilla la tengo grabada a fuego en la memoria. Recuerdo incluso dónde estaba yo sentada en la clase y otros detalles. Mi madre me había hecho un delantal precioso de tela de hule con un bolsillito. Era de flores marrones y naranjas. Mi primer delantal de alfarera… En una familia de mujeres activas, tener un delantal propio significaba que ya estaba integrada. Mi abuela y mi madre siempre andaban con mandil y en ese momento yo me unía. Puede parecer algo trivial, pero cuando mi abuela falleció, yo heredé sus únicos pendientes y sus múltiples delantales. Los primeros los tengo guardados por miedo a perderlos y los segundos los uso a menudo.
Para conocer, siempre hay que recordar.
Platón (filósofo griego siglo IV a.C.)
Las primeras veces de mis alumnos
Creo que esa sensación de la primera vez que toqué el barro es un recuerdo tan bonito que me empuja a transmitirlo. Puede, incluso, que tenga mucho que ver con mi vocación de enseñar cerámica. Quiero que muchas personas lleguen a experimentar lo que yo viví aquella mañana de 1988. La novedad, la excitación y la felicidad de conectar con un material antiguo y noble, humilde y grandioso. Conectar y reconectar, pues como les indico a todas aquellas personas que vienen a La Escalera a aprender cerámica, tras los primeros minutos, las manos van solas, como si reconocieran el camino y los gestos que tienen que hacer.
Si eres como yo y la rutina te ahoga, elige salir a aprender. Hay todo un mundo en cada cosa y cada día está lleno de oportunidades. La primera vez con el barro puede ser un gran descubrimiento…
Espero tus comentarios y si quieres saber algo más sobre las experiencias y talleres de cerámica, puedes escribirme aquí. Te animo también a que sigas mi Instagram, Prehistoria Contemporánea, para conocer más sobre este universo de barro.
Y una última recomendación, esta vez musical: hace varios domingos Dimitri Papanikas dedicó su programa Café del Sur a las primeras veces. Me encantó y me motivó a escribir sobre ello. Espero que te guste.
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